Investigaciones científicas
CLAVES PARA ENVEJECER BIEN: (Francisco Mora neurocientífico)
Dice que cuando el programa genético deja de crecer empezamos a envejecer,
que es más o menos a la edad de 26, 27 ó 30 años aproximadamente.
A partir de esta edad ya no dormimos profundamente sino
superficialmente. A partir de esta edad ya no se reparan las lesiones del
cerebro. Las células del cerebro son las más resistentes a morir. El cerebro
utiliza todas las neuronas y todos los circuitos de conexión. Si no se utilizan
suficientemente las neuronas desciende el volumen de las mismas y la arborización
entre ellas.
Es un mito totalmente infundado que mueran cada día 40.000 neuronas.
También lo es que solamente utilizamos un diez por ciento de nuestro cerebro.
Lo utilizamos todo. Le preguntan ¿Hasta cuándo se puede vivir? Él
responde que está científicamente demostrado que hasta los 122 años. Y
duda que con la manipulación genética se pueda variar la longevidad de la
vida.
Da doce claves para envejecer bien:
1ª Comer menos. Comer produce radicales libres y comer menos produce
menos radicales libres. Esto se ha demostrado con perros, ratas,
monos, etc. que si se come sólo el 30% de lo habitual, se producen menos
enfermedades y además se pueden crear neuronas nuevas. Esto no significa
que hay que pasar hambre, ni dejar de disfrutar del placer de comer. Hay
que comer menos de modo alternativo, es decir, un día comer el 30% y al
día siguiente lo habitual. En las fiestas familiares no sufrir y suplirlo en los
días venideros.
2ª Hacer ejercicio físico: Produce más o menos los mismos efectos
que comer menos. También produce creación de neuronas nuevas. Este
es uno de los puntos a tener más en cuenta. Hace un millón y medio de
años, el mono con un genoma casi igual al nuestro, tenía un cerebro de
750 gramos, pero con mucho ejercicio físico, después pasamos a un cerebro
de 1500 gramos, pese a la esquizofrenia del sedentarismo.
3ª Hacer ejercicio mental todos los días: Navegar por Internet, aprender
un idioma nuevo, aprender cosas nuevas, aprender nuevas palabras.
4ª Viajar mucho: Planificar el viaje. Ver cosas nuevas constantemente
produce un estrés positivo.
5ª No vivir solo: El pecado más grande es la soledad. Hay que relacionarse
con los demás y procurar tener empatía.
6ª Adaptarse a los cambios sociales: Perder el miedo a las nuevas
tecnologías, a las máquinas y estar deseando aprender cosas nuevas.
7ª No tener estrés desesperante porque genera hormonas detrimentales.
8ª No fumar: La enfermedad se adelanta en los fumadores como media
unos 14 años y acorta la vida entre 6 y 8 años. Produce pequeños infartos
silentes y hay un deterioro mental 5 veces mayor.
9ª Dormir bien: Dormir en plena oscuridad, sin ninguna luz artificial.
De esta forma, en la noche se genera la hormona llamada melatonina, (uno
de los mejores antioxidantes) y que es una hormona muy sensible a la luz.
10ª Evitar el apagón emocional.
11ª Dar sentido a la vida con agradecimiento.
12ª Alcanzar la felicidad de las pequeñas cosas.
LA MELATONINA: o N-acetil-5-metoxitriptamina, es una hormona
encontrada en animales superiores y algunas algas, en concentraciones
que varían según el ciclo nocturno o diurno. Se produce en la glándula
pineal. La glándula pineal se encuentra en el cerebro y cerca de los ganglios
cervicales superiores.
En 1917 se observó in Vitro que un extracto de glándula pineal producía
un aclaramiento en la piel del sapo. Si bien se consideró durante mucho
tiempo, que la melatonina era de origen exclusivamente cerebral, se ha demostrado
que existe en otros tejidos como la retina, el hígado, el intestino,
los riñones, la glándula tiroides, el páncreas, los ovarios y la placenta. En
el Homo sapiens se produce una síntesis constante de melatonina, que disminuye
abruptamente hacia los 30 años de edad. Después de la pubertad
se produce una calcificación llamada “arenilla del cerebro”, que recubre la
glándula pineal, pero ésta sigue mandando melatonina.
Estudios recuentes observan que la melatonina tiene, entre otras funciones,
la de disminuir la oxidación; por eso los déficits de melatonina, casi
siempre van acompañados de los siguientes efectos psíquicos: insomnio y
depresión, mientras que en la metabolización produce una desaceleración
del envejecimiento.
Existen alimentos que poseen precursores de la melatonina. Entre éstos
los más comunes son: la avena, las cerezas, el maíz, el vino tinto, los
tomates, las patatas, las nueces y el arroz. Se ha comprobado que el proceso
de liberación de melatonina se estimula en la oscuridad a través del
ojo, pasando por el ganglio cervical superior y llegando a la glándula pineal,
en donde finalmente se produce melatonina. La melatonina influye sobre
el sistema inmunológico, sida, cáncer, envejecimiento, enfermedades cardiovasculares,
cambios de ritmos diarios, sueño, afecciones psiquiátricas.
La disminución de la secreción de melatonina acelera los procesos de envejecimiento.
La melatonina atenúa el daño celular por radicales libres, estimula
el sistema inmune, protege el sistema cardiovascular, estabiliza los
ritmos biológicos del cuerpo y estimula la producción de la hormona de
crecimiento. Un experimento comprobó que la melatonina aumentaba en
un 20% la vida de los ratones. Normalmente la producción de melatonina
por la glándula pineal es inhibida por la luz y estimulada por la oscuridad.
La secreción de melatonina alcanza su pico en la mitad de la noche y gradualmente
cae durante la segunda mitad de la noche.
EL SUICIDIO SE PUEDE EVITAR (Thomas Joiner, psicólogo):
El suicidio es la segunda causa de muerte en el mundo entre los 15 y
los 30 años. El suicidio se puede prevenir, pero antes hemos de aprender
sobre él, hablarlo y eliminar el estigma social que existe alrededor de los
suicidas y sus familiares.
“Si le preguntas a la gente por la muerte de un familiar que se ha suicidado
te dirán que ha muerto de un ataque al corazón o en un accidente de
tráfico y ocultarán que la causa de la muerte ha sido el suicidio. Creo que
hacerlo tiene que ver con el estigma. Los trastornos mentales y las conductas
suicidas son enfermedades muy estigmatizadas. En gran parte se
debe a la ignorancia y también al miedo, aunque en realidad no hay ninguna
razón que justifique el estigma de estas enfermedades: son reales, se trata
de dolencias basadas en pruebas médicas, tienen un origen biológico y, en
ese sentido, se parecen bastante al cáncer, a las enfermedades cardíacas o
a las embolias, que no están estigmatizadas pero, en cambio, el suicidio sí.
Debido a ese estigma, la gente se siente empujada a ocultar la causa del fallecimiento
de sus seres queridos.
Aproximadamente en 40% de los casos tienen una causa genética. Así
que en parte se trata de un fenómeno genético y, por consiguiente, biológico.
Asimismo, hoy sabemos que existen unos genes candidatos específicos
que probablemente también tienen mucho que ver. A mí me parece
fascinante. Si pensamos en algo tan complicado a nivel conductual como
el suicidio, vemos que intervienen distintos sistemas pero parece que los
genes más implicados son los correspondientes al sistema del neurotransmisor
serotonina.
Cuando una persona tiene “sentimiento de carga”, es decir que su vida
es mala para los demás y además vive en soledad, tiene dos ingredientes
muy importantes para el suicidio. Pero a pesar de eso mucha gente no actúa
porque está muy asustada, tiene miedo. Cuando pierde el miedo es cuando
realmente se suicida.
Los humanos como especie somos criaturas muy gregarias, nos necesitamos,
es lo que explica las conexiones cerebrales. Necesitamos estimulación
social y si no la obtenemos, nuestros cerebros empiezan fallar.
En lo que respecta a la edad, en los Estados Unidos al menos, la mayoría
piensa que se trata de un fenómeno de adolescentes, de un fenómeno juvenil,
porque eso es lo que venden los medios de comunicación pero la
realidad demuestra lo contrario. El índice de suicidios es muy superior
entre la gente mayor que entre los jóvenes. Y también creo que se debe al
hecho de que sentimientos como el de creerse una carga, sentirse solo e
incluso no tener miedo al dolor corporal, estos sentimientos son mucho
más comunes entre la gente mayor que entre los jóvenes.
El suicidio también funciona de una manera natural en algunas especies
de animales. En los Estados Unidos, por ejemplo, las hormigas de fuego
vuelan en primavera. Las hormigas de fuego son endémicas en el sur del
país y se llaman así porque son rojas y sus picaduras son dolorosísimas.
Salen en primavera, se aparean en el aire sólo una vez y luego las hembras
se establecen en tierra para convertirse en reina. Pero no es una historia
de igualdad de géneros porque los machos mueren durante el propio apareamiento.
Todos. Es una misión suicida en toda regla. ¿Y por qué lo
hacen? Lo hacen porque están programados genéticamente: desde un
punto de vista genético y mediante un cálculo aproximado, serán más útiles
muertos que vivos ya que una hembra que tenga éxito podrá engendrar
hasta siete millones de hormigas de fuego. Lo mismo ocurre en el resto
de la naturaleza. Por supuesto, se trata de algo genético, no hay nada de
reflexivo en las hormigas, pero lo interesante del caso es que esta misma
lógica genética se reproduce en miles de insectos: para mis genes soy más
útil muerto que vivo. Es lo mismo que piensa ese hombre que está solo
en casa, con la pistola con la que se va a pegar un tiro entre las manos:
“para mi familia, para mis amigos, para la sociedad, mi muerte vale más
que la vida”. Así piensa también el terrorista suicida: “para mi sociedad,
valgo más muerto que vivo.”
Una cosa que funciona es lo que llamamos la “restricción de medios”.
Si hay un puente o un edificio, lugar propicio para el suicidio pero se ponen
inconvenientes, vallas, etc., al final no se suicida”.
Algunos seguramente dirán que los que quieren suicidarse y no pueden
hacerlo allí irán a otro sitio a intentarlo. Pues no, no lo hacen. Una vez logras
evitar que una persona con una clara intención suicida, no lo pueda
hacer en ese momento, parece que en su mente logras invertir la balanza
inclinándola hacia la vida. Hay estudios muy buenos que han llevado a
cabo un seguimiento de suicidas en el Golden Bridge de San Francisco,
personas con la intención de saltar pero que se evitó que lo hicieran. Se
les hizo un seguimiento durante años o incluso décadas y más del 95% todavía
estaban vivos. De modo que la restricción de medios funciona, restringir
el acceso a medios letales previene los suicidios. Así que hay cosas
que se pueden hacer para salvar la vida a los suicidas.
El contacto humano en estos casos es muy importante. Uno de los mejores
estudios en la materia fue el llamado: “Estudio de las cartas afectuosas”.
En pocas palabras lo que se hizo fue distribuir a los pacientes en dos
grupos: uno de control, y el otro, un grupo que estuvo recibiendo de vez
en cuando en su buzón de correo electrónico, cartas donde se les preguntaba
por su estado de salud y de ánimo. Lo único que decía la carta era:
“pensamos en ti, esperamos que estés bien. Estamos aquí si nos necesitas.
Firmado: Dr XXX”. Esta fue la única diferencia entre los dos grupos. Sin
embargo, en términos de índice de suicidio, los que recibieron la carta registraron
un índice de suicidios muy inferior a los del grupo de control.
Así que, ante un hecho tan generalizado y doloroso como el suicidio, una
simple carta afectuosa interesándose por ellos fue suficiente para que las
cosas fueran distintas para unos y otros”.